Martes 10 de febrero

Mc 1, 40-45

Curación de un leproso
Mt. 8. 2-4 Lc. 5. 12-14

40 Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".

41 Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".

42 En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

43 Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: 44 "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".

45 Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

Reflexión evangélica

• Llamado a acercarnos al más desprotegido, al enfermo, al necesitado.
• Estamos para llevar consuelo, paz, purificación y alegría
• Lo hace no para ser reconocido, ni para que el milagro sea el signo; sin embargo, unos se pierden en las señales del milagro y otros en las señales del rechazo.
• Pide que lleguemos a ofrecer nuestra sanación.
• Has lo que dice la antigua ley para que vean que has sanado.
• En el alma somos leprosos pero la forma de curar el alma es como se presenta éste. Hay varias formas de pedir; la forma de pedir en su actitud: "si quiere, puedes limpiarme", la sùplica se ganó el corazón de Jesús. A Él le preocupa nuestra salvación de alma; que ofrezcas por tu purificación del alma, del corazón y no del cuerpo.
• Debemos curar al otro a través del auténtico cristiano para que podamos reflejarlo por nuestro testimonio, deseo de ayuda y apertura a los demás para hacer fructífera nuestra vida y nuestra labor.
• La conversión la tenemos que hacer nosotros. No hay milagro de, la tenemos que hacer nosotros como acto de la libertad y la voluntad. Eso es lo que nos cuesta. Dejar lo que nos deja cómodos y dejarlo para ser verdaderos discípulos y apóstoles.